La
Insoportable Ilegalidad Del Ser
Desde lo alto del palco
fijó la mirada en la muchedumbre enmarcada por banderines y guirnaldas de
colores chillones. Intentó tomar aire para acentuar marcialmente el final de su
arenga, cuando un tufo rancio a pólvora de cohetes baratos lo hizo carraspear. No obstante, lanzó la frase y su voz sonó
ridículamente aflautada: …”Porque sólo él, compañeros Pacotillanos, sólo él es
la Ley, el Orden y el Progreso contínuo
para nuestro querido Pueblo”.
Aprovechando los
aplausos giró a un costado para toser y, cuando intentó contestar con un saludo
sintió que lo empujaban a un costado de
un codazo. El ya había acaparado el centro del palco. Se figuró verlo como a
Baco, con la ebriedad del Poder brillando en sus ojos, una mano en alto
saludando contorneante los vivas del gentío, la otra llevada a la boca con el
megáfono recién arrebatado, del que
empezó a libar su verborrágico licor: ”Hermanos y Hermanas de mi Patria Chica;
tal como lo acaban de escuchar de boca de nuestro insigne Juez de Paz y fiel compañero, Don Vladimiro Charco; estoy
preparado para asumir una vez más con íntegra responsabilidad mi humilde tarea
de Servidor Público. Y precisamente, en agradecimiento al Pueblo de Pacotilla
que quiso elegirme por dos periodos consecutivos como circunstancial Guardián y
Conductor de sus Instituciones, es que presento ante Ustedes y vuestros hijos
hoy, como legado, una remozada Carta Magna. Ella es fruto del esfuerzo y la
abnegación personal de quien les habla. Fue el inconfundible llamado del
Progreso el que desencadenó los dolores
de parto de esta necesaria y esperada reforma, que es hija de madre sabia, y
por tanto no habrá de contener mas que sabiduría. ! ¡Porque sabios serán sus
votos al confirmarme nuevamente como Intendente de Pacotilla! Pero quiero
aventar toda sospecha, que aquel puñado de malintencionados de siempre se ha
encargado de generar: ellos en verdad se dedican a denigrar nuestras
Instituciones, aún cuando juren defenderlas. ¡ Me comprometo entonces hoy aquí,
ante todos Uds., a someterme al veredicto infalible y milagroso de la
Manifestación Sangrante de Nuestra Antigua y Honorable Constitución! . Ella
terminará con toda seguridad corroborando en la tradicional ceremonia popular
de toma del mando, la transparencia y legalidad del acto eleccionario que me
proclamará vencedor, como así también la sincera y desinteresada voluntad con
que se ha promulgado esta enmienda; la que posibilitará, junto con mi
permanencia en el gobierno, una nueva era que no conocerá ocaso en crecimiento
y bienestar. !!! Por eso los convoco a
apoyarme con sus votos; por el futuro de Pacotilla!!!”. Al bajar sus brazos, de
inmediato saltó aquel puntero de barrio ubicado en primera fila frente al
palco, como impulsado por un resorte oculto profiriendo un hondo alarido: !!!
VIVA SAUL LORCA!!!... y la algarabía de la gente volvió a fundirse con las
bombas de estruendo.
El persistente aroma
azufrado en sus fosas nasales lo llevó a maldecir, pero la velocidad del
estornudo superó a la del improperio y terminó salpicando la lustrosa
superficie del escritorio. ¡ Disculpame Saúl! ... es que tengo alergia a esos
cohetes de porquería. Pero volviendo al tema de nuestra charla; ¿ no te parece
arriesgado, después que conseguimos
meter la reforma, tener que someternos a la prueba de la Manifestación
Sangrante?
! No seas Cagón,
Vladimiro!. ¿ No te das cuenta que de otra forma no se tragarán el sapo?.
Entiendo Saúl... pero ¿
y si no llegara a sangrar?.
!Terminala de una vez:
va a sangrar. Me escuchas; va sangrar porque nosotros nos encargaremos de que
sangre! . !¿Nosotros Saúl?! ...pe... pero ¿Có... Cómo?.
¡ Sencillo! ,
Embadurnamos oportunamente las hojas de ese librejo con sangre fresca de algún
animal... ¡Y problema resuelto!
! Genial Saúl, como no
sangrará por las buenas, le damos una ayudita con, por ejemplo, la sangre de un
cordero. ! Ahí está ! !Hagámoslo con uno de tus corderos, Saúl, para que nadie
sospeche! . !! Estás en pedo, Vladimiro !!.
Ese pasquín no amerita la vida de uno solo de mis animalitos, que con
tanto sacrificio he cuatrereado. Bastará
con matar al perro de esa vieja que tengo por vecina. Se la tengo jurada al muy
pulguiento; vive despertándome de noche con sus aullidos.
¿ Y cuándo pensás
degollar al can, Saúl?. ¡¡ No seas
irreverente!! En primer término,
dirígete a mí como Sr. Intendente. Y en segundo término, ese es un trabajito
adecuado a tu rango, Vladimiro.
Pero Saúl, yo... ¡¡ Señor Intendente, le he
dicho... y no me venga con cuentos chinos!!
Y sí, pensó Vladimiro,
recuerdo haber leído que en China cazan perros para comérselos, de modo que, en
alguna forma, esta parte del plan que me toca acometer es una suerte de cuento Chino. Y mientras
cavilaba esto, acurrucado tras unos arbustos de aquel oscuro rincón del patio
de tierra de la vieja doña Rosa, sus dedos jugaban nerviosos con el lazo que
había fabricado por la tarde. Agradeció a la sordera y gastado olfato de su
víctima, que facilitarían la ingrata
tarea que tenía por delante. De pronto percibió cercano un cansado jadeo. Se
incorporó lenta y cuidadosamente y fijó la vista através del matorral. Entonces
lo vio, sentado a unos metros delante de él; a su vez el viejo animal posó en
él una piadosa mirada y por unos instantes pareció ignorarlo, hasta que de improviso inició su concierto de aullidos.
El profundo y agudo
quejido estremeció su inconsciencia, haciéndolo incorporar de golpe, como si
tizones encendidos en su lecho chamuscaran su espalda. Saúl Lorca se pasó la
mano por la frente sudorosa, en un intento de disipar las vívidas imágenes de
aquella extraña pesadilla: una jauría de furiosos mastines, con los rostros de
sus compuebleranos, persiguiéndolo a milímetros de sus talones, mientras
proferían gritos que sonaban como aullidos increpándolo: !!!SAUUUUL, SAUUUUL;
NOS METISTE EL PERRO SAUUUUL!!!
Fue solo un mal sueño,
pensó mientras se aseaba. Sin embargo hoy es un día de Gloria, porque el
triunfo estuvo de mi lado en los comicios. Y persignándose agradeció a tantos
fieles difuntos que, pese a cargar con un par de metros de tierra sobre sus
osamentas, no dejaron de cumplir con su deber cívico. Repasó mentalmente cada
uno de los detalles de la pomposa ceremonia de la asunción de mando -
incluyendo el ardid de la falsa Manifestación Sangrante - y aflojó un tanto la
tensión de sus músculos al concluir que a estas horas Vladimiro debería tener
todo bajo control. Y aunque la figura que le devolvía el espejo no era nada
estilizada, Saúl Lorca se sintió todo un Apolo vistiendo su traje de gala. !
¡Vamos!, Se dijo lleno de entusiasmo, ¡Concluyamos el acto triunfal de esta
comedia!
Desde el arco principal
de la amplia galería de la intendencia que enfrentaba a la Plaza, la
perspectiva se veía magnífica: la roja alfombra ceremonial serpenteando sobre
la escalinata, hasta alcanzar el podio, donde la encendida escarlata
contrastaba con el negro ébano de los dos únicos objetos que lo presidían.
A la derecha, un imponente atril con profusas tallas
indígenas, sobre el cual descansaba abierto un noble libro de páginas
amarillentas y prolija caligrafía. En el centro, a unos pasos de aquel, el
majestuoso sillón de mando, oscuro objeto de deseo de Saúl Lorca, por
representar la disposición absoluta sobre
bienes y personas. El cerrado aplauso lo volvió a esa realidad que
tantas veces pobló la afiebrada caldera de su codicia. Allí estaba también
Vladimiro, enfundado en una soberbia toga de amplias mangas, quien lo saludó
con una nerviosa sonrisa. Él correspondió con el abrazo protocolar,
aprovechando para dirigirle aquella
pregunta que lo carcomía por dentro: ¿ Tenés todo listo? . Sí, respondió Vladimiro;
en el momento de los inciensos, rociaré las páginas con la sangre del bicho, la
cargué diluida en un pequeño frasco lanzaperfume que llevo oculto en mi manga.
¡Te felicito; este raro
chispazo de tu ingenio ya de por sí es un milagro del viejo pasquín!,
¡Comencemos de una vez! Y encaminándose hacia el centro del podio, levantando
los brazos, hablo de esta forma a la multitud:
“Amado pueblo de
Pacotilla, les agradezco la confianza que han vuelto a depositar en mí. Y
ahora, para completar el marco glorioso de esta verdadera Fiesta Cívica de la
que todos hemos sido protagonistas, relizaremos la tradicional ceremonia de la
Manifestación Sangrante de nuestra sabia y anciana Constitición; en la que
habrá de corroborarse por el milagroso sangrado de las páginas de este
Honorable libro - para confianza de unos y estupor de otros - lo que ya es
evidente: la total transparencia del acto eleccionario que protagonizamos y,
por lo tanto, la irrefutable legalidad del gobierno que represento. Solicito al
celebrante, el Sr. Juez de Paz, que dé inicio al Solemne Ritual”.
Vladimiro, con las manos
ocultas en sus mangas se inclinó levemente hacia adelante en un sobrio saludo
que de inmediato repitió ante el pueblo. De algún sitio brotaron, en el
estrindente registro de un organillo, los acordes épicos de un himno. A otro
disimulado gesto de Vladimiro se aproximó el monaguillo portando el incensario,
y ambos fueron a pararse frente al atril, dando la espalda a la atestada plaza.
La nube perfumada desdibujó por unos instantes sus siluetas; con un rápido
movimiento Vladimiro sacó el lanzaperfume de su escondite y apuntando al libro
lo roció. Disipados los blancos humos, la atención de todos se centró en
aquellas viejas páginas que, para sorpresa de Vladimiro y Saúl, continuaban
inmaculadas. Sólo un avezado observador hubiera notado en aquel instante el
parpadeo nervioso y la irritación que inflamaba las órbitas oculares de Saúl.
Con un ademán seco e imperativo, ordenó a Vladimiro que se aproximara. ¡¿ Qué
cuernos se cree que estás haciendo, Vladimiro ?! . ! No sé qué pasó !. Estoy
seguro de haberla salpicado, pero no se distingue ni una solo gota de
sangre. !Es claro, estúpido, porque
tienes la puntería de un ciego jugando al tiro al blanco! . Hazme el favor de
regresar allí y repite tu parodia más de cerca ... ! y no falles esta vez !
Todavía algo aturdido,
Vladimiro se dirigió hacia el atril , y luego de indicar al monaguillo, ambos
se adelantaron hasta quedar a un paso del histórico documento. Reanudada la
atmósfera ceremonial - organillo de por medio - los aromáticos humos volvieron
a saturar la escena, y otra vez Vladimiro sacó de su manga el lanzaperfume y se
concentró en mantener firme el pulso mientras rociaba. Prestó atención a
quellas gastadas páginas de prolija caligrafía, viendo como los rojos lunares
de sangre esparcidos sobre ellas se escurrían en irregulares estrías, que
resultaban al momento misteriosamente absorbidas por el papel, sin dejar rastro
alguno al tiempo que el incienso se había disipado nuevamente. En medio de su
confusión mental alcanzó a comprender que algo sobrenatural estaba ocurriendo,
y solo atinó a retroceder dos pasos, y girando sobre sí se encaminó hacia Saúl;
que a esta altura ya le costaba horrores disimular su rabia.. Trató de
hablarle, pero un nudo en su garganta cortó el paso a las palabras.
! Será posible que no
pueda delegarte nada de importancia sin que te mandes una cagada ! !Ni siquiera
servís para un simple trabajo manual ! . ! Saúl, es que está ocurriendo algo
muy extraño!, alcanzó a balbucear.
! Mirá, inútil, no corrí
hasta aquí con todos los riesgos para que un puto libro me arruine la vida, en
connivencia con un imbécil como tú !. Te diré ahora exáctamente lo que vas a
hacer; vas a bajar a la plaza con ese pasquín, al que tomarás por el lomo,
exponiéndolo abierto a la vista de todos; y que el monaguillo te acompañe al
lado hechando humo. Antes destapá el frasco con el resto de la sangre y
ocultalo entre los dedos de tu mano derecha, tapándolo con el pulgar. Con esa
misma mano agarrás la parte superior del lomo. Cuando estés cerca de la gente,
corrés el pulgar y dejás caer la sangre sobre las páginas. ! Y cuidate de
exhibirlas a todos !. ! Listo: mientras yo preparo el terreno improvisando unas
palabras, vos procedé !. Y allá fué Vladimiro, cabizbajo y confundido, mientras
Saúl, con el porte de un mataor al momento de la estocada final a su fiera y
bufante presa, se dirigió al pueblo con voz clamante:
! Queridos
compatriotas, no claudiquemos ante la prueba que este venerable documento nos
propone !
Vladimiro,
con torpe disimulo acomoda el frasco en su mano derecha.
¡ De otra
manera estaremos entregándonos derrotados a la voluntad de unos pocos
anarquistas, que pretenden desviar la marcha triunfal de la Historia de nuestro
pueblo hacia el completo desquicio!
Con el
libro abierto tomado por el lomo Vladimiro se encamina hacia la escalinata, al
ritmo oscilante del incensario a cargo del monaguillo
¡Y para
vencerlos definitivamente es preciso que demostremos hoy aquí una fe rotunda e
incuestionable en este nuevo gobierno y en sus representantes !
Al
descender un nuevo escalón se multiplican las gotas de sudor frío sobre la
frente de Vladimiro.
¡ Para
beber de esta fe es que ella se acerca a Ustedes, brindando de este modo a su
pueblo fiel la milagrosa Manifestación Sangrante !
Tres
escalones le restan a Vladimiro para sumergirse en la multitud, cuando el temor
y la angustia somatizan en un repentino e intenso temblor sobre sus rodillas y
manos, en el mismo desgraciado instante en que se decide a destapar el frasco
éste escapa de sus dedos, recorriendo la hoja sin dejar mancha, para caer en el
escalón contiguo, en el sitio y momento preciso en que Vladimiro apoya allí la
planta del pie. Con el grotesco gesto de una marioneta a la que súbitamente le
cortan los hilos, Vladimiro resbala y se rompe la nuca contra el filo de un
escalón. La última imagen reflejada en
sus vidriosos ojos, ausentes ya de toda luz, es la de los Pacotillanos en
tumulto, abalanzándose sobre Saúl Lorca para lincharlo.