lunes, 24 de agosto de 2015

Otro de esta tierra que se ama y se sufre...

Granaderos del Fratacho

(En memoria de todos aquellos trabajadores de la construcción argentinos, y en especial los correntinos,  que perdieron luctuosamente la vida en sus trabajos, por hacerlo bajo condiciones de alta inseguridad)

Este suceso aconteció  en una de las tantas conjunciones surrealistas del actual espacio–tiempo argentino, muy propio de esta nuestra Patria  amada, aunque dolorosamente postrada y sumergida en profundo sueño existencial; sólo ocasionalmente perturbado por brevísimos estertores de conciencia, cada vez más distanciados e imperceptibles. Al punto que muchos no llegan a advertir, en realidad, las verdaderas dimensiones del prolongado naufragio que padecemos; porque, ¡digámoslo claramente, los seres que flotan dispersos en la anomia reinante, cuando el buque de la República se viene a pique, no se llaman de otra manera que náufragos!. Y la primer condición para resultar rescatados de tamaño desastre  - ¡ATENCION! que las posibilidades màs ciertas para que tal rescate ocurra han de brotar de nosotros mismos, antes que seguir alimentando vanas esperanzas de ser salvados por algún otro – es establecer nuestra real posición, reconocer cuáles son, por así decirlo, nuestras coordenadas morales que nos identifican como comunidad, que para este caso bien pudieron haber sido: Inconciencia,   Codicia e Impunidad. Ò también podríamos ensayar con  alguna otra terna que reproduzca un sistema  ò campo de fuerzas semejante al que propició la particular contingencia  de aquel día; como ser, por ejemplo: Fatalidad, Precariedad Laboral e Imprevisión; ò sino: Desidia, Orgullo y Mediocridad…etc, etc, etc…
La escena se sitúa en un conocido barrio de la Capital Correntina caracterizado por su tradicional perfil arquitectónico de casas residenciales de una sola planta, que desde hace aproximadamente una década atrás, vio quebrarse la línea de su parejo horizonte con la erección de modernos mangrullos de hierro y cemento, en los que se ven pulular, como laboriosas hormigas que erigen su guarida, a los obreros de la construcción, subiendo y bajando, trepando y colgando, taladrando y martillando, serruchando y trasladando …en definitiva, transformando a costa de sudor y salud, aquellas torres de dados agujereados, en destacadas viviendas colectivas de propiedad horizontal.
En su asomarse de aquel Jueves 22 de Marzo del año 2012, Astro Febo va iluminando con sus rayos, en su parabólico ascenso a la histórica Ciudad ribereña. Tras las tapias de las obras, sordos ruidos ya se dejan oir de maquinarias y de aceros. Son las huestes  de obreros que preparan sus enseres y herramientas para lucharle honradamente a la vida en otra nueva jornada de trabajo. Elevada por encima de las otras  voces, gritos y metálicos sonidos, cual estridente clarín de guerra, resuena la voz del Capataz, ordenando a sus cuadrillas a poner “manos a la obra”. Allá avanzan entonces, en su marcha ascendente, estos verdaderos Granaderos del Fratacho, conquistando metro a metro en su orgullosa estatura a este pretencioso émulo de las andinas alturas, enclavado en la violada llanura del Cambà Cuá correntino.
Llega así la escuadra de escogidos a la cima, donde arremeten con la carga del hormigón fresco, buscando completar el armazón que soporta al ya instalado tanque de agua. Y he aquí el punto de inflexión en la épica de esta penosa gesta, donde su lírica muta  de las glorias de San Lorenzo  al caótico y fatal desbande de Cancha Rayada. Agazapada en la cumbre, la imprevisión, el error de cálculo y el exceso de confianza desatan la avalancha; apenas preanunciada por un creciente crujir  de estructuras, que se inicia en sutil murmullo y en pocos segundos… ¡estalla en el fogonazo del fatal instante  en que mampostería, tanque, agua y vidas humanas son tragadas por el vacío del abismo!. ¡Son ocho Cabrales que sacrifican su existencia en el duro combate de ganarse decentemente el cotidiano alimento de sus familias!
Desde el máximo sitial que le otorgó la Historia, el Gran Anibal de lo Andes continúa instruyéndonos a todos, y en particular a quienes deban fallar sobre tan trágico hecho: “…era natural que este golpe inesperado y la incertidumbre los hiciera vacilar; ¡pero ya es tiempo de volver sobre vosotros mismos y observar que el Ejército de la Patria se sostiene con Gloria al frente del enemigo”
¿Seremos capaces, como comunidad que dice querer batallar contra la corrupción en todos los ámbitos, de trasladar nuestro aciago destino de Cancha Rayada a la buenaventura de Chacabuco y Maipù?
Toda derrota bien asimilada puede ser un preludio, en tono menor, de la próxima Victoria que nos salga al encuentro.

¿Seremos dignos de adelantarnos a su abrazo?

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