Primates
Boca en boca,
Siglo en siglo,
Ha recorrido desde los albores
Este relato de lo sucedido,
Entre el descanso merecido
Y las muy arduas labores
En edad anónima y dilatada,
Sin calendarios ni registros;
Buscando dónde la vista reposar,
Levantó el Creador su mirada
Hacia la cúpula arbolada,
Por discurrir dónde estampar
Su impronta, en la obra
terminada.
Rama en rama,
Grito en grito,
Descubriole, grotesco al
columpiar;
En burdo y nervioso agasajo,
Persiguiendo a una hembra a
destajo
Para en ella su especie sembrar.
Al almizcle de sus rastros
Hirvientes de pasión, las venas,
Ella, que huyó por entre el
follaje,
Finge un penoso resbalar,
Por dejarse, al fin, alcanzar:
Ovillo de músculos y pelaje
Precipitado ante el divino
avistar
Traste en tierra,
Carne en carne,
Libertinos sin cambiar el paso,
Actúan mil y una obscenidades,
Como lo haría un grosero payaso
Sobre la arena de sus propias
vanidades.
Los contempla el Divino Artista
Mientras, piadoso, reflexiona,
De cómo ciertas disonancias
Aportan a su colosal sinfonía
Sonoridades raras, verdaderas
felonías;
Cual hedores de repugnantes
fragancias,
De las víctimas de carnívoras
plantas, son su agonía
Rostro en rostro
Semejanza en semejanza
¡Hagámosle Varón y Varona!
¡Ya los iré mejorando, del corazón
al intelecto!
¡Que hasta al más Excelso
Arquitecto
Le agrada, cada tanto, jugarse
alguna broma!
Miguel A. J. Sarno
Soneto Contrafáctico
¿Qué destino hubiésemos
encontrado
En el reinado sobre toda la
creación,
Si, en vez de simios en evolución
Encarnásemos el alma en cierto
ser alado?
Si por el fasto vuelo de un
águila real
Ò en el planear pomposo del
cóndor andino
Hubiésemos trocado el caminar
cansino
De aquél primer pariente del
Neandertal
¿Hubiéramos así eludido nuestro
sino fatal
Que a nuestra condición mortal
nos trajo,
Por tomar ese gajo del árbol del
bien y del mal?
¡Hubiésemos arrancado de cuajo
A la muerte, devorando al ofidio
infernal!
¡Y aplaudiría el universo tan
colosal trabajo!
Miguel A. J. Sarno
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